miércoles, 24 de septiembre de 2014

Te perdono


Hoy, justo siete meses después de que empezarás a hacer mi vida un infierno, hoy te perdono. Es la única forma de seguir adelante con todo esto. De volver a resurgir como mil y una vez lo he hecho ya. Pero necesito perdonarte para continuar.

Te perdono por haberme convertido en mi peor yo, por haberme vuelto una persona vacía, sin ilusión por nada, desconfiada y triste. Por haberme dejado caer en un vacío inmenso que parece no tocar fondo nunca, por haber hecho que me odie hasta el punto de querer desaparecer, por no permitirme sonreír ni ser feliz. Te perdono por haberme destrozado la vida, en definitiva.

Y es que el tiempo me ha servido para darme cuenta de que es mejor perdonar para poder continuar con este camino que no se sabe a dónde va. Necesito perdonar para poder coger aire y comenzar a correr de nuevo.

Por eso hoy Carmen, te perdono. Te perdono por todo esto. Por lo que te has hecho a ti misma. Por confiar, dejarte engañar, tomar decisiones equivocadas y acabar así…

Errar es de humanos y tú solo te has dejado llevar, aunque equivocadamente. Pero aprendiste de ello y seguro sabrás utilizarlo para el futuro.

Tranquila, te perdono. Todo saldrá bien, no sufras más… Ahora respira, coge impulso y adelante.

Firmado, esa niña que aún vive en ti

jueves, 10 de julio de 2014

Sigo estando ahí...

Ha llegado el momento. Lo sé, lo noto… Llevo varias semanas queriéndolo hacer y nunca me he visto con las fuerzas suficientes, pero estoy recibiendo esas señales (tan típicas en mi vida) que me dicen que tengo que hacerlo. Y, como ya sabéis, siempre les hago caso aunque acabe estrellándome con el muro de hormigón más grande de la tierra. Pero en este caso espero que no sea así.

Hace unos días vi ‘Leyendas de Pasión’. No me canso… y es de esas pelis que por mucho que veas, siempre te hacen reflexionar. Porque no es lo mismo verla con un estado de ánimo que con otro. Y piensas en la gente que tienes alrededor y como cambia la vida en tan poco tiempo, las vueltas que llega a dar. De hecho, yo ya estoy hasta mareada...

Pero volviendo a este asunto, tras ver la película llevo varias noches soñando ciertas cosas. También sabéis que creo mucho en lo que sueño, porque siempre ha existido una conexión sobrenatural con mi sentido de la intuición durmiendo y lo que ocurre en realidad.

En esos sueños os veo a vosotros, a todos juntos riendo, sentados a la mesa y disfrutando de una de esas copiosas comidas que tanto echo de menos. Vosotras mandando y los demás comiendo y bebiendo, como siempre hemos hecho. Pero yo no estoy con vosotros. Os veo a lo lejos… impotente. E intento gritar para llamar vuestra atención, pero no me escucháis (o no me sentís, como decimos nosotros).

Y acabo por irme, llorando, derrumbada. Sintiendo que estoy dejando de formar parte de eso tan bonito y grande que tenemos. Sintiendo que ya no me sentís como parte de vosotros. 

Y me despierto sudando y con lágrimas en los ojos, echándoros tanto de menos… Se me antoja imposible que eso pueda ocurrir algún día, y aunque no esté de la manera en la que vosotros tanto me exigís en estos momentos, solo quería deciros con esto que sigo estando ahí. Por eso siento que ha llegado el momento de pediros perdón por no haberos tenido más presentes en estos momentos.

Pero sigo siendo yo, la tonta que os hace reír, que os enoja con su cabezonería, que nunca dejara de ser un ‘ser’ (o un ‘bulto’ como decía madre). Pero hay momentos en la vida que duelen, y en los que no quieres implicar emocionalmente a las personas que tanto quieres, porque sabes que tampoco pasan buenos momentos y no quieres preocuparlos.


Pese a la distancia, y las pocas ganas de hablar con nadie (por no ponerme a llorar), no hay día que no piense en todos vosotros y se me dibuje una sonrisa en la cara pensando que estoy allí, riendo con vosotros.


Os quiero muchísimo. 

lunes, 30 de junio de 2014

Solo quiero cerrar los ojos...

Cuanta impotencia se siente en casos así. Llevo días mal, muy mal. Y sin poder parar de llorar. En estas últimas semanas he tomado decisiones importantes, tanto que mi futuro depende de ellas al cien por cien. Y lo peor de todo es que aún habiéndolo hecho sabiendo que es lo que quiero, ahora mismo no encuentro motivos para levantar la cabeza y seguir hacia adelante.



No me importa equivocarme, a eso no le tengo miedo. Pero sí a la soledad y el dolor que me produce. Porque mi soledad, aquella a la que un día me entregué sin resistencia y voluntariamente, es destructiva conmigo. Es la peor compañera que se puede tener.

Es una soledad profunda, que me atrapa y hace que no tenga nada más en la mente que oscuridad.

Tenía mucho miedo de que llegara este momento, y juro que he intentado evitarlo y escapar de ella muchas veces. Tanto que he pensado en varias ocasiones en coger las maletas y salir corriendo para empezar de cero. Pero yo elegí quedarme aún sabiendo que esto pasaría.

Sabía que pasaría porque sabía a lo que me enfrentaba, y aunque tenía mucha esperanza y coraje, era cuestión de tiempo que me sintiera abandonada por mí misma. Porque en un cruce de caminos que se me antojaba imposible, comprendí desde el primer momento que acabaría así.

Siempre tuve unos valores y una fuerza que me caracterizaba. Cabezota, positiva y muy pesada, hasta conseguir todo aquello que quiero. Pero ahora todo ha desaparecido y me encuentro bailando con el miedo y el desconsuelo, a oscuras, rodeada de sombras y tinieblas…

He visto que una mano ha intentado rescatarme de este infierno, y si ha desaparecido quizá haya sido por mi culpa, por negarme a cogerla y sonreír. Pero en estos momentos no necesito una mano. Necesito un brazo entero, o dos, o todo un cuerpo que me levante del suelo en peso y me haga ver que todo tiene sentido.

Siempre fue más fácil tirar la toalla que echarle valor. Y lo irónico de todo esto es que yo estoy tirando la toalla después de haberle echado todo el valor que tenía y haber conseguido lo que quería.

Pero no quiero que nadie me lleve a cuestas mientras ve pasar la vida. No quiero ser esa carga agobiante que arrastra a otros hacia la desesperación, hasta poner los ojos en blanco. No quiero forzar a nadie a correr hacia un camino desconocido que ahora mismo no soy capaz de visualizar. 

Solo quiero cerrar los ojos…


sábado, 10 de mayo de 2014

He perdido la fe...

La vida te pone a veces en situaciones desesperantes… y te hacen perder toda esperanza. Yo he perdido la fe en la vida, en el destino y en las personas. Especialmente cuando llevas parte de esas personas corriendo por tus venas. ¿Cómo pueden existir personas tan mezquinas en esta vida? ¿Cómo puede ser que hayan formado parte tan activa en tu vida?

Llega un momento en el que ya no sientes dolor. Te llenas de tristeza y odio, que explota en mil lágrimas recorriendo las mejillas. Me considero lo suficientemente fuerte como para soportar muchas cosas en esta vida, incluso que alguien tan apreciado por mí (al menos hasta hace poco) me diga que para él estoy muerta.

Lo que no puedo soportar es que se lleven por delante a los que más quiero en esta vida. Se me parte el alma en dos cuando veo el desconsuelo de las personas más importantes para mí. La impotencia se apodera de mi sentido y ya no me importa nada en esta vida.

A él no le debo nada. Nunca ejerció como lo que era. Lo único que le puedo agradecer es que le diera la vida a la mujer que me trajo al mundo. Pero ahora sé que nada más le podré agradecer a esa persona llena de odio y maldad. Siempre fue así, aunque aquella niña con una imaginación poderosa lo viera como un héroe.

Una de mis abuelas murió un mes antes de que yo naciera. Jamás la pude conocer, aunque siempre la haya sentido conmigo. Mi otra abuela sigue viva, aunque su cabeza muere lentamente y ya no sabe ni quién es. No pude disfrutar de la primera que se fue, y ahora tampoco me dejan disfrutar de la que me queda.

El único consuelo que tengo es haber aprovechado cada segundo del tiempo que pasé con ella. Siempre recordaré los secretos que nos intercambiábamos a la luz del fuego de la chimenea, hasta ver salir el sol por la ventana. 

Esos secretos tuyos y míos que nunca nadie conocerá. 

martes, 6 de mayo de 2014

¿Sabes quién eres?

“¿Sabes quién eres? ¿Sabes qué te ha pasado? ¿Quieres vivir así? A veces una persona, un momento, te cambian la vida. Pueden cambiar tu perspectiva, influirte. Un momento que te obliga a replantearte todo lo que crees que sabes…”


Entre tantas horas de estudio, ayer vi un episodio de una de mis series favoritas: Anatomía de Grey. En él, un hombre tenía un accidente de tráfico y quedaba tetrapléjico. Jamás volvería a moverse, ni a hablar, ni a respirar por sí solo, y dependería de su mujer para ser un vegetal muerto en vida. Su esposa, muy considerada ella, dijo a los médicos estar convencida de que su marido no querría vivir así. La decisión debía tomarla él.

Al despertarlo del coma para explicarle la situación, las tres preguntas que le hicieron a él, resonaron en mi cabeza como una explosión: “¿Sabes quién eres? ¿Sabes qué te ha pasado? ¿Quieres vivir así?”.

A veces, cuando pasa el tiempo y nos vemos inmersos en una vida que pensábamos haber planificado al milímetro, nos replanteamos si realmente queremos vivir así. Algo por lo que tanto tiempo has luchado, que tanto sacrificio a requerido y que ha creado tantos vínculos y sueños… ¿Es eso lo que realmente queríamos? ¿Nos hemos acomodado por miedo a que el cambio sea peor? ¿Soy la persona que quería ser?

Y así, mientras pasan los minutos, las horas y los días, esas tres preguntas no dejan de repetirse en mi cabeza como si las hubieran taladrado en ella.

“¿Sabes quién eres? ¿Sabes qué te ha pasado? ¿Quieres vivir así?”.

martes, 29 de abril de 2014

Dulce introducción al caos…


Entre madrugones, café y libros vivo estos últimos días. Supongo que de tanto leer tengo mono de escribir (y de otras cosas). Mi vida es un caos. No recuerdo cuando fue el último momento que me dediqué a mí misma, sin pensar en otra cosa que no fuera yo.

He querido aparcar todos los pensamientos que revolotean por mi cabeza día tras día, todas esas preguntas sin respuesta que tan a menudo solía hacerme y que no paraba hasta encontrar respuesta. Aunque muchas veces, más de las necesarias, eran respuestas inventadas que satisfacían mi ansia de ser contestadas.

Por eso ahora mi vida es un caos. Porque me he dejado llevar más de lo que nunca antes lo había hecho, y han pasado los días y he ido aparcando esos pensamientos, sin razonarlos siquiera un instante. He aparcado mis obligaciones, mis necesidades… y mi vida. “La retomaré cuando todo esto pase…”, me digo a diario. Pero no acaba nunca.



Me veo enterrada entre libros y más libros, y solo me dan ganas de darle una patada a todo y salir corriendo. Considero una prueba de fe diaria levantarme todos los días y pensar que puedo, pero el instinto de superación me dura lo que tardo en beberme el café.

Me vida es un caos, y esta es mi introducción a ese caos… 

Mientras tanto pasan las horas, sueño que despierto a su vera, me pregunto si estará sola y ardo dentro de una hoguera…


sábado, 26 de abril de 2014

Una broma de mal gusto...


El destino es caprichoso, y tiene mala ostia. Tanta que me ha obligado a volver a sentarme delante del ordenador para escribir… y estoy oxidada. Lo dejé hace años, porque me sentí tan pequeña en el mundo que quise desaparecer. Estaba tan desencantada con todo que no quería dejar ni un mínimo rastro de mi existencia, y la única forma que tuve de hacerlo fue romper con todo.

Ahora pretendo volver, aunque quisiera hacerlo de puntillas, sin que nadie me viera llegar. Pero esta es la única forma que tengo ahora de contar todo lo que en otro entorno no se permite. Un secreto a voces.

Me da miedo retomar algo que se que no volveré a terminar, y seguramente el destino me vuelva a dar motivos para no querer existir. Tendré que volver esconderme del universo y desparecer. Lo noto

Porque el destino es tan caprichoso que se ríe de nosotros a su antojo. Nos gasta bromas de mal gusto, y yo estoy siendo su víctima ahora.  Estoy en un precipicio abismal, que cada vez se va haciendo más y más pequeño, y del que debo desprenderme ahora o aprender a vivir en él.

Siempre he visto desde abajo, muy abajo, a otras personas en ese precipicio. Las miraba con desdén y sentía pena. Nunca pensé que sería yo quien viera desde arriba al resto del mundo sintiendo pena por mí…

Todos los días pienso en saltar… Desde mi perspectiva se vislumbra, aunque de manera insignificante, un pequeño lago al final. Si acierto con el salto y tengo suerte (mucha), puede que caiga dentro de ese pequeño, aunque profundo, charco de agua y el golpe no sea tan doloroso. Incluso puede que sobreviva.

Pero, ¿y si calculo mal y me estrello contra el suelo? Lo mío no son las matemáticas, y aunque domino algo la lógica, aquí sirve de poco.

También puedo no saltar…, pero ¿qué ocurriría? ¿Acabaría muriendo aquí arriba? ¿De pena? ¿De inanición? ¿De la incertidumbre por no saber qué hubiera pasado si hubiera saltado?

Por momentos pienso que, aunque sea una locura, estrellarse contra el suelo puede ser la mejor opción. Quizá el golpe me despierte de este mal sueño… 

domingo, 20 de febrero de 2011

Si ha de ser así, adelante..

¿Nunca os ha pasado que, a vuestro alrededor, alguien ha hecho un comentario que os ha hecho abrir los ojos? Así, sin más. Como un puñetazo en la cara, un golpe que te ha quitado la venda que tenías en los ojos y te hace recapacitar en un segundo. Es entonces cuando piensas en qué estás haciendo… Pensabas, hasta ese jodido momento, que todo iba bien. Es más, pensabas que tú mismo, por tus propios logros, habías conseguido que la situación estuviera justo donde tú querías y los hechos que acontecen habían tomado el rumbo que le habías dado tú. Pues no. De repente te das cuenta de que estás ahí, de pie, como una marioneta a la que han colocado. Que el camino que has elegido es el que otras personas te han ido marcando y estás justo donde ellos quieren. Y encima te han hecho pensar que has sido tú el que ha tomado la decisión de vivirlo así.

Te das cuenta de que la decisión que creías haber tomado, y que pensabas que era una de las más acertadas en tu vida, será precisamente la que más daño te hará, sobre todo a largo plazo. Porque cuando alargas una vivencia se convierte en eso, en parte de tu vida, y sientes que en el momento en que no sea así te dejará cojo. Te faltará algo y te costará seguir adelante cuando ya no sea así. Pero hasta que no eres consciente de esa realidad no ves venir el dolor. No piensas que ese momento tenga que llegar. Y entonces te das cuenta de que tú mismo serás el que te haga daño de una manera espectacular.

Hasta ese momento no existía el miedo, pero de pronto todo es pánico e incertidumbre. ¿Y qué hacer ahora? ¿Continuar como hasta ese momento y olvidar ese simple comentario? ¿O romper con todo lo que tenías hasta ahora y dar media vuelta en ese camino que habías empezado a recorrer? Porque no creo que aquí existan los desvíos para poder salir en el próximo y acabar en no se donde, pero no en el final de este camino. Duele pensar que llegue ese momento. Y lo más irónico es que, hagas lo hagas y decidas lo que decidas, el final será el mismo: llegará ese día en el que esta vivencia acabe y sientas que te falta algo.

Y todo por un simple comentario, sin maldad. Algo que se dice sin pensar y que lo dice alguien que ni siquiera sabe de lo que habla e incluso, y lo más probable, es que esté equivocado.

Ojalá no nos dejáramos llevar tan facilmente… Ojalá a veces fuéramos más inteligentes… ¿Por qué será que lo hacemos? Incluso viendo llegar ese último momento, cuando no queda tiempo...



lunes, 27 de diciembre de 2010

Los sueños, sueños son...

Es curioso que, en ocasiones, no sepamos diferenciar los sueños de la realidad. Si por mí fuera, hoy no me hubiera despertado nunca. En mi sueño, era más feliz de lo que nunca lo había sido antes. Es más, puedo garantizar con casi total certeza que nunca había experimentado un sentimiento parecido. La verdad es que mis sueños, como muchos ya sabéis, tienden a romper de una forma brutal con la barrera de lo posible y mi mente se vuelve tan imaginativa y creadora que es capaz de cualquier cosa.

Anoche me quedé dormida en el sofá, como también viene siendo de costumbre últimamente, viendo una película. Nada especial, la verdad. En ese pequeño trozo de tiempo, casi un lapsus, soñé que estaba en una habitación de la que no podía salir, en la que sólo había una ventana que daba a la nada. NADA. Sin otra alternativa posible y con la certeza de que jamás saldría de ahí, me convencí totalmente de que lo único razonable que podía hacer era llorar y desconsoladamente. Lo que fueron no más de 20 minutos en la realidad, en el sueño fueron días. Lloraba y lloraba sin parar, a veces riendo, a veces gritando, pero casi siempre rozando la locura. De repente, como surgiendo de la nada, apareció un hombre vestido de blando que me abrazó con mucha fuerza. Me intentaba consolar. Su rostro era borroso y solo distinguía en el una melena rubia. Al instante, su rostro se convirtió en el de una persona muy especial para mí, que no llegué a conocer con vida, pero que sé que siempre está presente. Luego el rostro se parecía más al de mi madre, luego al de una buena amiga que cada vez necesito más, luego al de más familiares… y así, en cuestión de segundos, por ese rostro fueron pasando el de muchas personas que se han hecho un hueco muy importante en mi corazón y el de otras tantas que siempre lo han tenido por naturaleza.

Cuando el rostro se detuvo en el de mi abuela, la única que aún tengo con vida, mi cuerpo sintió un escalofrío fuera de lo normal. Me desperté sobresaltada y en el salón todo seguía igual, en orden, con la excepción de que yo estaba tirada en el suelo y llorando. Era hora de ir a la cama e intentar descansar. No me costó volverme a dormir, lo curioso fue que el sueño continuó donde lo había dejado.

Me resistía a que ella me abrazara, porque su cariño no era como el de los demás. En vez de consolarme, me pedía atención, como si necesitara demostrarme algo que yo me negaba a entender. Fue cuestión de minutos, horas en realidad durante toda la noche, lo que tardé en razonar. Tenía solo una habitación, vacía, con una ventana a la nada y me sentía vacía y sola. El joven vestido de blanco intentaba hacerme ver que no necesitaba más que la gente que estaba a mi lado, que la gente que seguía conmigo mi camino… algunas de la mano, otras a mi lado y otras que se van quedando atrás, pero que seguirán conmigo donde quiera que estén. No necesito más

Y así, abrazada a ese extraño ángel, me quedé abrazada toda la eternidad, sintiéndome consolada, feliz, tranquila, plena. Se fueron los miedos, las preocupaciones, las inseguridades… Aprendí a sentirme querida.

Con esto espero haceros llegar a vosotros, que ya sabéis quienes sois, lo que yo también os quiero. Serán las fechas o lo que ha pasado últimamente, que le hacen a una pensar… aunque sea durmiendo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Menos insegura

Mientras pasan los días y la espera se hace más corta, mil pensamientos pasan por mi cabeza. Me gusta escribir basándome en las sensaciones que vio en el día a día, pero en pocas ocasiones me gusta hacerlo de mis propias vivencias. En este caso merece la pena, porque por fin creo que mi vida se ha completado.

Nos pasamos la vida buscando y siempre nos sentimos insatisfechos e incompletos. Reconozco que yo hasta ahora me quejaba, y lamento decir que creo que más de lo que debía. Siempre he mantenido que yo sería feliz con poco: un trabajo que me de para vivir y me haga sentir realizada, una casa propia con la que poder volverme loca decorando, una familia como la que yo tengo que esté cerca de esa casa de mis sueños y… como no podía ser de otra manera, el hombre perfecto (o por lo menos para mi) con quien compartir todo eso. Ah! Y salud para disfrutarlo, como no.

En fin, nada con lo que no haya soñado alguien alguna vez, aunque muy en el fondo en el caso de algunos. Y bien, muchos diréis: ¡chorradas! Pues sí, lleváis toda la razón del mundo. Sobre todo porque de esas cosas, yo aún no tengo ni la mitad, pero algunas están en camino… y nunca mejor dicho.

Pero me voy sintiendo completada por momentos, realizada, menos inmadura, menos ingenua, más satisfecha, más comprendida, menos sola y menos insegura. Serán cosas de la edad… pero cada día soy más consciente de que hay que vivirlo como el último (haciendo mención al tópico) y contagiándose de la felicidad de los que nos rodean.

Hoy tocaba entrada positiva… lo que yo diga, cosas de la edad.